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Tabacuba recordando a nuestro Fidel Castro, amante de los habanos Cohiba

24 Nov, 2020

Tabacuba recordando a nuestro Fidel Castro, amante de los habanos Cohiba

Una de las claves del prestigio de los Habanos y en particular del Cohiba radica en su exclusividad, que se forja a lo largo de un minucioso proceso de técnicas y experiencias, el cual comienza con la selección de las semillas y tras un complejo proceso en la agricultura pasa por otro no menos especial y minucioso en la preparación para el torcido y la manufactura en las tabaquerías.
Desde comienzos de la década del 60 del pasado siglo se inician en Cuba estudios e investigaciones agrícolas, mezcla de ciencia, experiencia y vocación, con el objetivo de lograr una alquimia perfecta, que permitiese ir más allá de los niveles existentes en el mundo Habano.
Pero como suele ocurrir con la aparición de los genios, la irrupción inicial de la primera muestra, del que es hoy el mejor exponente de la sabiduría tabacalera cubana, ocurrió de manera fortuita.
Según la historia, una fresca tarde primaveral, mientras Bienvenido Pérez Salazar (Chicho), jefe de escoltas del comandante Fidel Castro, aguardaba en su auto la salida del líder cubano a sus faenas habituales, decidió encender uno de los Habanos que le había obsequiado días atrás su amigo Eduardo Rivera Irizarri, con quien había compartido a finales de los años 50 la labor de tabaquero en la fábrica Por Larrañaga, entonces calificada como “la Universidad” de ese oficio.
Al subir al vehículo Fidel reparó en el especial aroma de la fuma de Chicho y le preguntó de dónde lo había sacado. Encantado con la pregunta, sacó otro de los puros torcidos por Eduardo y se lo ofreció al Comandante, quien lo encendió sin demora y luego de dos bocanadas, en señal de absoluta satisfacción, comenzó a interesarse por el creador de aquella caprichosa silueta de aroma incomparable. En ese instante había comenzado a forjarse la fascinante leyenda del Cohiba.
Amigos desde la juventud en su natal Palma Soriano, Chicho volvió en busca de Eduardo a la fábrica La Corona, donde trabajaba ahora, pero esta vez le tenía un encargo que cambiaría su destino. A partir de ese momento tenía la tarea de producir, de manera regular, una mayor cantidad de aquellos puros especiales que compartía con su amigo jefe de escoltas de Fidel.
El mundo entero retenía en esos días la imagen, profusamente difundida por la prensa internacional, del líder cubano saboreando un elegante Habano, de dimensiones y apariencia poco comunes, desprovisto de las famosas anillas de identidad.
Muy pronto la nueva vitola se convertiría en la más envidiada por los aficionados, que se interrogaban cómo poder obtenerla.
Los tabacos del Comandante pasaron a ser los preferidos de otros dirigentes de la Revolución, como Ernesto Che Guevara, quien más de una vez dijo que “nunca antes en su vida había fumado nada mejor”.
Manos de mujer
El creciente aprecio por la hermosa vitola la transformó en apetecido obsequio de gobierno. Hoy en el álbum de la fábrica El Laguito, donde comenzó su producción a gran escala, aparecen las anillas de ejemplares personalizados para el Rey Juan Carlos de España, los ex presidentes Luis Echeverría, de México; Juan Velasco Alvarado, de Perú; Omar Torrijos, de Panamá; Houari Boumedienne, de Argelia; Gamal Abdel Nasser, de Egipto, entre otros.
A finales de 1964, el comandante Fidel Castro sorprendió a su jefe de escoltas con una pregunta inusitada: Chicho, ¿existen mujeres torcedoras?
—Muy pocas Comandante, respondió.
Fidel indagó cuánto tiempo demoraba en formarse un torcedor y cuánto podría costar. Y de inmediato le reveló su proyecto de crear una Escuela para Torcedoras.
La delicadeza de las manos de mujer se apoderó de una fase decisiva de la calidad en el producto final en la industria tabacalera, y había comenzado por el experimento que se materializó en la fábrica El Laguito, establecida discretamente en una casona de una antigua exclusiva zona residencial.
Un primer grupo de cuatro mujeres, bajo la dirección de Eduardo y otros cuatro expertos, puso en marcha el 19 de octubre de 1965 el novedoso proyecto que revolucionaría el legendario oficio. En poco tiempo aparecieron los primeros lotes de la estilizada vitola denominada Laguito 1, fruto de la delicada manipulación femenina.
La producción a gran escala requirió un trabajo de selección de materia prima y sistematización de la metodología de Eduardo para alcanzar el sofisticado producto final. El experto torcedor recorrió varias veces las vegas finas El Corojo, La Perla de Llevada, La Fe, Cuchillas de Baracoa, Santa Damiana, todas de Vueltabajo, y otras de la zona de Partido, en La Habana.
Tras numerosas pruebas y degustaciones, Eduardo y sus colegas llegaron a la deseada ligada perfecta: un secreto jamás revelado, que encuentra su colofón en el novedoso proceso de una fermentación adicional en fábrica, en barriles de cedro, en un cuarto oscuro, donde eliminan toxinas, como tartrato, y parte de la nicotina, y desprenden amoniaco, con lo que desaparece el tufo y presta el olor a tabaco puro.
Una vez certificada la calidad de una producción en serie, el reconocimiento de los anónimos tabacos que fumaba y obsequiaba Fidel Castro se expandía por el mundo y requería un nombre, una marca, la definitiva fe de bautismo.
Una mujer de especial sensibilidad, Celia Sánchez, nacida al pie de la Sierra Maestra y que devino principal auxiliar de Fidel Castro en cuanto asunto reclamaba su atención, rescató su nombre de las propias raíces de su historia, el mismo que le daban los hombres de la Isla que salieron al encuentro de Colón y se lo ofrecieron en gesto de bienvenida: Cohiba, la denominación que escucharon Luis de Torres y Rodrigo de Xerez, en su primera incursión, la misma que recogió en sus crónicas Fray Bartolomé de las Casas.
Por supuesto, hay más de un secreto en la artística elaboración de ese producto supremo que llega a los mercados bajo el nombre de Cohiba, pero la clave está en una cultura desarrollada a lo largo de más de cinco siglos, transferida de padres a hijos, en la vega y la fábrica, asentadas en el sitio original y único escogido por la madre naturaleza, para el disfrute de quienes aprovechan sabiamente sus placeres, con el respeto que merecen los dioses.
Tomado de la Revista Excelencias.
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