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La delicadeza de llamarse Cohiba

12 Jan, 2021

La delicadeza de llamarse Cohiba

La mujer combatiente es también un ícono del nacionalismo cubano en sus las luchas por la independencia. Complementa el romanticismo que hace crecer la revolución guerrillera y le da la sensibilidad a un proceso, aparentemente hecho por hombres, pero en donde la mujer fue indispensable. 

Y es Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley el mejor ejemplo: la mujer guerrera, la flor de la Revolución, la hacedora del mejor contraste de la rebeldía, del duro verde olivo y el suave nácar de una flor. 

Hace ya 41 años, el 11 de enero de 1980 que muere Celia, dejó una presencia clara en la historia de la Revolución y de Cuba y el omnipresente en la sociedad de hoy, en donde la persiguen sus recuerdos, sus leyendas, los imaginarios, los relatos populares y los muchos hijos que no tuvo, pero que acogió como suyos.

Dijo de ella Raúl Castro, es la madre/madrina de la Revolución. La llamaron también la “capitana del pueblo”, el conjunto “tormenta y flor”, pero el sobrenombre que le dio Armando Hart Dávalos, “la Flor más autóctona de la Revolución” es el que perdura en la memoria colectiva.

Fue su obra el ascenso del Martí del Pico Turquino, la proyección del Parque Lenin, del Palacio de Convenciones de La Habana, la Catedral del Helado en 1966, hoy Heladería Coppelia. Fue la figura más asociada a Fidel, ese que le da cuerpo a la historia pero que ella escribe y conserva. Proyectó ciudades, edificios y cuidó la historia como pocos y de su ocurrencia, salió el nombre de la más emblemática de las marcas de habanos: Cohiba. 

Sobre esto último, cuenta la historia que un acontecimiento de fortuito desenlace dio origen a la prestigiada marca. Bienvenido Pérez Salazar (Chicho), Jefe de escoltas del Comandante en Jefe, fumaba un tabaco de singular aroma que despertó la curiosidad de Fidel. Chicho regaló un de los tabaco al Comandante y este, al fumarlo, después de unas bocanadas de humo preguntó quién había sido el creador de aquella fabulosa ligada

Eduardo Rivera Irizarri era un tabaquero amigo de Bienvenido Pérez, el escolta y torcía en la fábrica “La Corona”, había regalado a su amigo los puros con la misteriosa composición sin imaginar que su suerte había acabado de cambiar. Irizarri tenía el encargo, ahora, de un exigente fumador: Fidel.

Su posterior producción requirió más tiempo. Se seleccionó la materia prima en las vegas finas de El Corojo, La Perla de Llevada, La Fe, las Cuchillas de Baracoa, la Santa Damiana, todas de Vuelta Abajo, y otras de la zona de Partido, en la hoy provincia de Artemisa.

Al producto de Eduardo Rivera Irizarri se le hicieron numerosas pruebas y degustaciones, fue sistematizada su metodología y finalmente logrado una ligada sabrosa, envidiada por su perfección, con aromas, sabores y una experiencia únicas.

A esa ligada mágica y condiciones de añejamiento óptimas, fue sumada un último elemento, la delicadeza de las manos femeninas, muy presentes en los procesos del tabaco hasta ese momento pero escaza en las tareas de torcido. El primer grupo fue pequeño, siempre dirigido por Eduardo y constó de cuatro mujeres. Este conjunto, revolucionaría el legendario oficio del torcido y tuvo como primer logro una vitola de calibre fino, con cepo 38 y 192mm de largo que vestía y viste la mejor hoja de Vuelta Abajo y en cuya composición se sumaron muchas tradiciones tabaqueras. Su nombre de galera fue, Laguito No. 1.

Lograda la calidad requerida y en marcha la producción en serie, el misterioso tabaco comenzó a tener seguidores. La imagen de Fidel Castro con un tabaco sin nombre, sin anilla, sin distintivo propio salvo su elegancia y exquisitez, recorría el orbe. Y el nombre se lo dio Celia, uno que traía tras sus pasos toda la historia, cultura y sabor a Cuba: Cohiba.

Relata Bartolomé de las Casas en su Historia General de las Indias, días después de la llegada de Colón a tierras cubanas: “los hombres, (…) llevaban un tizón en las manos para tomar sus sahumerios, que son unas hiervas secas metidas en una cierta hoja, seca también a manera de mosquete, (…) encendido por una parte de él; por la otra chupan, o sorben o reciben con el resuello para dentro aquel humo (…). Estos mosquetes, o como los llamáremos, llaman ellos tabaco.” 

José Rivero Muñiz en el libro “El Tabaco, su historia en Cuba” dice que ha queda demostrado que los indo-cubanos aspiraban el humo del tabaco, siendo de advertir que esta palabra, tabaco, parece se aplicaba a la operación de fumar y no a la planta que según Las Casas, Oviedo y otros autores se denominaba Cohiba o Cojiba.

Esto y el interés de Celia por el rescate de lo autóctono fueron, tal vez, los motivos de tan peculiar nombramiento. Los Cohiba  fueron utilizados por más de 20 años como regalos de Estado para dignatarios extranjeros y personal diplomático. Su sabor y aromas rindieron a sus pies a personalidades como el Rey Juan Carlos de España, Omar Torrijos, de Panamá; Houari Boumedienne, de Argelia; Gamal Abdel Nasser, de Egipto, entre otros. Agostinho Neto, Presidente de Angola, al llegar a la presidencia de ese país después de la batalla contra la UNITA y la FNPLA fumó uno de estos, aunque Neto no fumaba.

En 1982, Cohiba salió al mercado y ahí comenzó su otra historia.

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